“Es mucho lo que se puede observar con tan solo ver”
Por: Daniel Godoy Peña
Las últimas dos semanas en términos políticos -y en medio de esta pandemia- han sido más interesantes que las convenciones demócratas y republicanas de los Estados Unidos, pues han dejado mensajes muy claros sobre lo que puede ser el futuro próximo de Venezuela. Antes de entrar en materia, quiero compartir una frase de Yogi Berra, leyenda de los Yankees de Nueva York y miembro del Salón de la Fama, quien además de su legado beisbolístico, dejó para la posteridad un conjunto de frases obvias que son muy sencillas pero que pueden encerrar una gran profundidad: “Es mucho lo que se puede observar con tan solo ver”.
A finales de julio pasado, una delegación del Reino de Noruega viajó a Venezuela para tratar de restaurar el diálogo entre gobierno y oposición que, en principio, era una visita exploratoria para la reanudación de las negociaciones, pero que la oposición venezolana encabezada por Juan Guaidó, rechazó de plano, mientras que el gobierno de Nicolás Maduro aprovechó la oportunidad para recibir a la comitiva, transmitir un mensaje al mundo y enviar un recado a la Unión Europea, de la cual Noruega no es parte pero mantiene relaciones con todos sus estados miembros y un excelente prestigio. Dejar la puerta abierta para un diálogo, aun no teniendo la razón, siempre será políticamente más provechoso que cerrarse sin la opción de nada, porque no se estaba planteando una negociación de principios, sino desde los intereses de cada una de las partes. La negativa de la oposición, creyendo todavía en la opción militar extranjera o en el levantamiento de la Fuerza Armada Nacional, le hizo perder una oportunidad de oro para enviar algunos mensajes claves.
No había pasado una semana desde esa visita cuando, el 4 de agosto, el Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, durante una interpelación a Elliott Abrams, el senador demócrata Chris Murphy, deja al descubierto el fracaso de la política exterior estadounidense con respecto a Venezuela al catalogarla de “error vergonzoso”, a lo cual el Sr. Abrams ripostó que la administración de Trump seguiría en sus oficios para lograr el cambio político en nuestro país; pero, tan solo 5 días después, el Secretario de Estado Mike Pompeo, en unas declaraciones reseñadas por AFP reconocía que: “Al final, lo que Estados Unidos está tratando de lograr es restaurar la democracia, y el pueblo venezolano será el que finalmente restaurará esa democracia”, dando casi por descartada una intervención militar en nuestra nación y dejando “todo el peso del santo” sobre las espaldas de la oposición.
El 11 de agosto, la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) emitió un comunicado por medio del cual hizo un exhorto a la dirigencia y al liderazgo político, a no repetir los errores del pasado (refiriéndose específicamente al año 2005), insistió en que quienes hacían un llamado a la abstención debían mostrar una alternativa al país para superar la crisis que atravesamos sin que eso representara salir de la vía constitucional y nos instó a los dirigentes de oposición a luchar por condiciones y garantías electorales. El comunicado de los obispos venezolanos generó toda clase de calificativos a favor y en contra de la jerarquía eclesiástica, algunos para alabar la postura de esta y otros para calificarlos de incoherentes, vendidos por decir lo menos, pero, ¿Qué estaba detrás del comunicado de la CEV?, si bien podemos afirmar que la Iglesia Católica venezolana es una estructura autónoma y con cierta libertad para hacer y escribir lo que las circunstancias del país requieren, no está sometida solamente al poder celestial, sino que tiene una estructura temporal y terrenal, de allí que pensar que el comunicado se redactó de forma inconsulta o sin la intervención o beneplácito del Vaticano, podría suponer un grave error de apreciación. Es útil recordar que el Secretario de Estado (Canciller de la Santa Sede) es el Cardenal Pietro Parolin, quien fue durante más de cinco años Nuncio Apostólico en el país, gran conocedor de las dificultades políticas, sociales y económicas que atraviesa nuestra patria y facilitador en más de una oportunidad de diálogos entre gobierno y oposición.
En medio de todo este ir y venir, o especie de montaña rusa que es la política venezolana, llamaba poderosamente la atención que en el comunicado del 2 de agosto donde “todos los partidos” de la oposición rechazaban participar en las elecciones del 6 de diciembre, faltara una organización política (La Fuerza del Cambio) que, más que un partido en sí mismo, representa la marca de quien -a despecho de muchos- sigue siendo un líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles Radonski. Capriles con su muy característica forma -casi criptica- de decir las cosas, venía dando señales sobre la escena política al indicar que, aunque no existan condiciones para la participación electoral, había que brindarle una alternativa a los venezolanos en caso de no participar en los comicios y empieza de esta forma a recoger y levantar el sentimiento de miles de venezolanos de todos los sectores, dentro y fuera del país, que no ven en el “hacer nada” o quedarse de brazos cruzados una opción. ¡Cuando morrocoy se mueve alguna ventaja lleva!
Los movimientos y declaraciones de Capriles sirvieron como una especie de electroshock para que Juan Guaidó y el G4 hicieran un llamado público a distintos líderes políticos y académicos de nuestra sociedad, lo cual no solamente evidenció un desgaste en el liderazgo político de quienes componen el citado grupo, sino la profunda diferencia en la estrategia política adoptada por la Asamblea Nacional; quienes pretendieron ver la declaración y la carta de María Corina Machado, como algo sin trascendencia y que solo tendría efectos en las redes sociales, son los mismos que hoy en día no son capaces de descifrar lo que está pasando. La misiva de Machado deja sobre el papel varias consideraciones: 1- La falta de unidad en el bloque opositor; 2- Su descontento con las gestiones de Guaidó a las que califica de oportunidades perdidas y 3- Que no por último es menos importante, desvela lo que pocos venezolanos sabíamos: que el diputado Juan Guaidó junto a un grupo (porque no son todos) de diputados del G4 pretenden hacer una consulta pública como la de 16 de julio de 2017, para que el gobierno interino continúe “a perpetuidad”.
Mientras tanto Capriles, acompañado por Stalin González y otro grupo de políticos y parlamentarios tanto en Venezuela como en el exilio, lograron a través de la intermediación del Gobierno turco (de los que se sepa) mediante una negociación con el Gobierno de Maduro la medida sustitutiva para Juan Requesens y la libertad plena de más de 100 presos políticos; acción que algunos mezquinos e irracionales ven como una vulgar manipulación y chantaje (evidentemente ninguno de estos tienen ni hijos ni familiares presos), pero que otros vemos como un acto en el cual se les devuelve la libertad y la posibilidad de estar con sus familias a quienes nunca debieron estar presos.
A esto hacía referencia yo en artículos pasados cuando decía que “Nada se logra haciendo nada” y Capriles y compañía han demostrado estar dispuestos a “hacer algo”, que no es otra cosa que avanzar en el camino que sabemos recorrer los políticos que nos preciamos de ser demócratas: el diálogo, el entendimiento, la búsqueda del bien colectivo, la participación electoral, buscar que el acompañamiento internacional sea eso y no tutelaje, descartar de plano y sin medias tintas cualquier forma de violencia para salir de la crisis, pero sobre todo, presentar una alternativa frente un intento de solución que ya no da para más; porque, tal y como lo escribió el filósofo alemán Max Weber: “Es completamente cierto, y así lo prueba la historia, que en este mundo no se consigue nunca lo posible si no se intenta lo imposible una y otra vez”.
@danielgodoyp