CUANDO QUIERO LLORAR, NO LLORO
Por: Rodolfo Godoy Peña.
“La realidad no tiene estilo ni talento”
André Malraux
Tres personas, el mismo país, la misma sociedad, pero con tres vidas distintas, tres destinos y la misma encrucijada.
La novela homónima del escritor venezolano Miguel Otero Silva nos recrea tres personajes distintos que comparten nombre, fecha de nacimiento y fecha de muerte; y aun cuando cada uno de ellos se va desenvolviendo en la novela desde sus orígenes, desde sus experiencias vitales, en clases sociales y niveles educativos distintos, a los tres los une el inexorable destino de estar atrapados en un laberinto vital. Es a partir de esos planos descriptivos definidos como la novela nos expone las desdichas, las virtudes y los desenfrenos que esperan a cada Victorino, aunque todos irán hacia un término común: la fatalidad.
No puedo ignorar que estos personajes me producen una asociación de imágenes cuando observo la situación actual de Venezuela y el “triunvirato de la oposición” pues, a pesar de cumplir 50 años de escrita la novela como lo refiere el Prof. Luis Barrera, “… mostraba en pasado un futuro que sigue siendo presente”. En el caso actual, nuestros Victorinos contemporáneos, son también venezolanos con una carga vital diferente, de variados contextos sociales, académicos y culturales, pero que a cada uno -a su manera- los arrastra lo ineluctable de sus propias decisiones.
Por una parte, tenemos un Victorino cleptócrata que inició su vida en sociedad “bajándose los pantalones” (aquellas protestas del 2014…), quizás como un síntoma precoz de lo que sería su curso vital, donde las fuerzas crematísticas lo dominan como a una veleta, mientras no se detenga la fuerza eólica económica. Este Victorino es un trapiche de los bienes nacionales (y de la ayuda internacional) porque todo lo que cae en sus manos pasa a ser molido, pero no produce azúcar sino solo bagazo. Se empeña en seguir el ejemplo de lo que tanto combate y, por eso, ante la ilegitimidad del usurpador, propone una “elección” –puede ser en Twitter o Instagram- para hacerse como presidente de “Narniazuela” y así ser el “Alibabá” eterno. Todo con tal de no contarse.
En otro plano, una Victorina con un delirio monotemático, que al decir del “asesor” sufre un tipo de demencia que se denomina “realismo mágico” del siglo XXI; y quien sintiéndose poseída de un destino manifiesto como salvadora de la patria, al igual que Luz Caraballo, recorre su propio “De Chachopo a Apartaderos”. Y se podría decir de ella, parafraseando a nuestro gigante Andrés Eloy Blanco: “Dice el decreto del juez / porque te encontró una vez / sin hijos y sin carneros / contanditos…… las invasiones, las fuerzas de liberación, los TIAR´es, el “todas las opciones sobre la mesa”, las amenazas creíbles, etc., etc., etc. Victorina se vistió con la hipotética fuerza de los marines, pero los norteños la desnudaron porque, como dice la sabiduría popular, “al que con lo ajeno se viste, en la calle lo desnudan”. Después de hacer todo lo posible –y lo imposible- para involucrar a extraños en nuestros asuntos, contestó ante el baño de realidad “… que no acepta regaños…”, en una muestra que quedará plasmada para la posteridad como un ejemplo de “dignidad patriota” (¡!).
Y para cerrar el sino trágico de esta hora triste de la oposición venezolana, un Victorino con disonancia cognitiva, que sufre de una intensa dualidad entre su sistema de ideas y creencias, y la forma como actúa. Es la prueba viviente de “donde dije digo, digo Diego”. Se quedó atado en la disyuntiva de, o tener la gallardía de reconocer su derrota electoral, o tener el coraje de defender con todos los medios lo que en – su decir – era suyo. Es ese mismo Victorino que ayer postuló candidatos a las próximas elecciones de la Asamblea Nacional pero hoy dice que no sabe si se debe ir a votar por ellos. Y eso es lo que pasa con la disonancia cognitiva, que el sujeto se queda atrapado en la dualidad y no acomete la acción. Este Victorino, que perecerá bajo el peso de “otro yo”, le acomoda la disertación de Robert Louis Stevenson en su fabulosa obra “El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde” cuando dice: “Me di cuenta de que, de las dos naturalezas que luchaban en el campo de batalla de mi conciencia, aun cuando podía decirse con razón que yo era cualquiera de las dos, ello se debía únicamente a que era radicalmente ambas.”
Estos tres Victorinos modernos que exhibe hoy la oposición venezolana, al igual que los personajes de la excelente novela de Otero Silva, van en camino hacia su propia destrucción, pero arrastrando a su paso a todos aquellos que los rodean, mucho de los cuales han puesto sus esperanzas en ellos, porque ya no cabe ninguna duda: para estos Victorinos el fracaso es su signo y la derrota su horizonte.
Es a través de esta trinidad como Otero Silva desdobla en su novela fases distintas para un mismo propósito, todas ellas motivadas en las apetencias de sujetos incapaces de preocuparse de algo distinto que no sea su propio beneficio; que están totalmente desdibujados en sus postulados éticos y, por supuesto, esquivando siempre las consecuencias de sus actos.
Convencido de las reservas morales de nuestro pueblo, confío que esta etapa tan aciaga de nuestra vida política, servirá para el resurgimiento de lideres que nos guíen hacia un nuevo capitulo de la Venezuela posible.
@rodolfogodoyp
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