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CAPÍTULO VI. Punto Fijo

Por: Rodolfo Godoy Peña.

Se abre una nueva etapa en nuestra vida política con la llegada al poder del presidente Rómulo Betancourt en 1959, quien ya había dirigido los destinos del país en el “Trienio Adeco” de 1945 a 1948, y que debe entenderse como el período que comprende desde el derrocamiento del presidente Medina Angarita hasta la entrega del poder al presidente Gallegos.

Era el tercer intento republicano para que el presidente de la Nación fuese electo en primer grado y era la segunda vez que esa elección se realizaba a través del voto universal, aunque las dos experiencias anteriores no habían tenido éxito. Tovar renuncia en medio de los avatares de la Guerra Federal y Gallegos es derrocado, con lo cual Betancourt tenía un doble reto: por un lado, evitar ser depuesto y por el otro, exorcizar lo que él mismo definió acertadamente como el “complejo varguiano”. A Betancourt –y a la incipiente democracia- se les presenta un brete que necesitará de todo el concurso posible, tanto de los actores políticos como de las Fuerzas Armadas, en un momento muy grave y determinante en el derrotero histórico y democrático para el país.

El trienio adeco –que se había planteado y que se desarrolló como una revolución– tuvo como característica un sectarismo programático que lastró el concurso político de muchas de las mentes más lúcidas de la época, e instigó un gran rechazo hacia amplios sectores de las Fuerzas Armadas que fueron insistentemente señalados como responsables de los despropósitos políticos de la primera mitad del siglo; y esto, obviamente, granjeó repulsiones y recelos con relación al proceso de democratización que intentó realizar Betancourt en su primer gobierno nacido de las urnas.

Para conjurar aquel gravoso error cometido en política interna apenas una década atrás, inmediatamente que se produjo el derrocamiento de la dictadura perejimenizta se trabajó arduamente en un documento de la más alta significación para sentar las bases del proyecto democrático y que no tenía precedentes en Venezuela. No era un pacto electoral, no era pacto unitario, no era una declaración ideológica, era un acuerdo de gobernabilidad y en él se comprometían las fuerzas políticas a trabajar juntas desde el gobierno y desde la oposición en una relación leal para que el pacto no se rompiera, sino que, por el contrario, se fortaleciera mediante la prolongación de la tregua política, la despersonalización del debate, la erradicación de la violencia interpartidista…”

Con relación a la inveterada intervención de las Fuerzas Armadas en la vida política del país, buscaron los firmantes del pacto blindar la estabilidad del gobierno electo por la mayoría, comprometiéndose a no conspirar para derrocarlo consonante a la Defensa de la Constitucionalidad del derecho a gobernar conforme al resultado electoral de modo que la fuente de la soberanía fuera el pueblo y no un acto de fuerza, hito importante sobre todo teniendo en cuenta que eran recientes los eventos donde uno de los firmantes del pacto, Acción Democrática, actuó en connivencia con el estamento militar para el derrocamiento del Presidente Medina, de modo que enmendando su posición y aprendiendo de su error declaran que todas las organizaciones políticas están obligadas a actuar en defensa de las autoridades constitucionales en caso de intentarse o producirse un golpe de Estado, aun cuando durante el transcurso de los cinco años las circunstancias de la autonomía que se reservan dichas organizaciones hayan podido colocar a cualquiera de ellas en la oposición legal y democrática al Gobierno. Se declara el cumplimiento de un deber patriótico la resistencia permanente contra cualquier situación de fuerza que pudiese surgir de un hecho subversivo y su colaboración con ella también como delito de lesa patria”.

Este documento se llamó “Pacto de Punto Fijo”, nombre que tomó prestado de la casa de habitación del presidente Rafael Caldera, que había sido el lugar elegido para la firma de Betancourt, Villalba y del anfitrión. Hemos venido afirmando que las Fuerzas Armadas, de suyo, tenían enraizado un fuerte sentido de la constitucionalidad, y ahora podemos decir, sin ninguna duda, que con el pacto se logró la desactivación del componente civil en las rupturas del hilo constitucional, pues ese elemento era determinante para guardar las formas “democráticas” de la época. Basta ver la conformación de los gobiernos surgidos de los golpes de 1945 y luego en 1948.

Con la llegada de Rómulo Betancourt al poder mediante el golpe contra el presidente Medina Angarita el 18 de octubre de 1945, era la primera vez que en el país gobernaba de facto la izquierda; porque la primera vez que lo será mediante el voto popular fue en 1948 con el triunfo del presidente Rómulo Gallegos, todo ello momentos de la posguerra y en pleno establecimiento de la Guerra Fría. El mundo se había repartido en dos bloques enfrentados política, económica, social y militarmente bajo la égida de EE.UU. para el mundo occidental capitalista, y para el oriental comunista, por los soviéticos. Venezuela, geográficamente, se contenía en el área de influencia de los Estados Unidos de Norteamérica.

Es muy relevante recordar que el presidente Betancourt había redactado y suscrito en 1931 el Plan de Barranquilla, y es allí donde desde el materialismo histórico había estructurado sus ideas con base en conceptos como “proletariado urbano”, “tiranía capitalista”, “creación de tribunales revolucionarios (salud pública)”, “etapa imperialista”; “etapa pre – constitucional”, en fin, un documento que contenía las bases programáticas del futuro trienio adeco. Y como hemos visto en capítulos anteriores, las Fuerzas Armadas estaban conceptualmente estructuradas para reprobar cualquier corriente política, sindicato, gremio, etc., que tuviese algún viso de izquierda, o a cualquier organización o político que pregonara igualdad, pues detrás de eso se suponía que estaba la amenaza comunista.

Una vez alcanzado el acuerdo político mediante el Pacto de Punto Fijo,  Betancourt entendió que para consolidar la democracia tenía que separarse de los bipolaridad extrema y lo acomete de tal modo que se logró que Rafael Leónidas Trujillo -derecha- lo mandara a asesinar y que Fidel Castro -izquierda-  nos intentara invadir, pues para Rómulo Betancourt, además de las posiciones políticas extremas, estos individuos compartían otra característica que para él fue una constante a combatir: eran dictadores.

Ese desmarque de Betancourt con el comunismo en procura de evitar ser derrocado lo hace cometer un desliz político que tendrá consecuencias sangrientas para el país: el Partido Comunista de Venezuela, que estaba ilegalizado pero que había sido un actor principal en el derrocamiento de Marcos Pérez Jiménez y que tenía a sus líderes fundamentales en el exilio, una vez que regresaron al país luego de la caída de la dictadura con los demás dirigentes políticos –gracias al presidente Larrazábal-  no fueron invitados a suscribir el Pacto de Punto Fijo; y no se les reconoció su evidente contribución en el nuevo orden de cosas, ni se les trató como iguales, aun cuando el gobierno vuelve a legalizar su partido.

Esta etapa inicial del “puntofijismo” representará un gran reto para las Fuerzas Armadas porque tendrá que poner a prueba su respeto constitucional al lidiar con fracturas dentro del ámbito militar que se manifestarán en algunos intentos de golpe de estado. Así mismo, tendrá que poner a prueba -nuevamente- su patriotismo y su coraje en defesa de nuestra soberanía, con el combate sin cuartel contra los movimientos guerrilleros importados desde la Cuba de Fidel Castro.

@rodolfogodoyp

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