OPINIÓN

En primera fila, el verdadero liderazgo

Por: Daniel Godoy Peña

“Es mejor liderar desde atrás y poner a otros al frente, especialmente cuando las cosas van bien. En cambio, debes tomar la primera línea cuando hay peligro. Es entonces cuando la gente apreciará tu liderazgo.”

Nelson Mandela


Retornen a sus asientos, pónganse cómodos que ya está por empezar el segundo tiempo.

No son pocas las responsabilidades que debe poseer y cultivar un gran líder: lo primero es promover la confianza mutua entre sus compañeros y seguidores, y, tan importante como eso, debe transmitir “certezas”, porque aunque el mensaje sea claro, y las meta y los objetivos realizables, el líder debe inspirar respeto y credibilidad.

Un líder debe ser capaz de brindar esperanzas, debe ser empático para comprender y anticiparse al comportamiento y a las inquietudes de sus seguidores. Esos 10 días que duró el silencio de Messi de poco le sirvieron para hacer entender las razones de su molestia con la directiva blaugrana; en cambio, entre la mayoría de los seguidores culés, ese silencio se malinterpretó (como era lógico) como un desinterés absoluto de su parte hacia ellos y el equipo, y llevo a sus partidarios a exigirle una explicación e, incluso, cuestionar su nivel de compromiso con el club y con la causa.

Una vez que el líder y sus seguidores logran la tan necesaria empatía se requiere otra característica indispensable para poder asumir este rol: el establecimiento de los lazos y las conexiones interpersonales con cada uno de los miembros de su equipo, sea pequeño o grande. Para los seguidores significa que el líder logra establecer relaciones con gestos y acciones que demuestren interés por cada uno de ellos, aunque no todas la relaciones fluyen de igual manera, y en un equipo de futbol incluso puede ser más complicado por las barreras idiomáticas y culturales; pero para el equipo no basta con que el líder les procure triunfos o glorias, ni con que este les manifieste su afecto, también debe demostrarles -sin medias tintas- su carácter determinado ante las dificultades, ser un ejemplo de coraje, de autodominio personal y de firmeza.

Hay quienes piensan (sobre todo algunos fanáticos) que el líder debe hacer más y hablar menos; bien es cierto que Messi habla con su juego y sus habilidades futbolísticas, pero una palabra oportuna en el momento indicado puede ser más importante que meter goles o hacer asistencia según sea el caso. ¿Qué pasa cuando los éxitos no acompañan al líder y por ende al equipo? ¿Qué valor tiene hacer dos o más goles cuando el objetivo no se ha cumplido? Los compañeros y seguidores pueden empezar a desconfiar e incluso a abandonar a esa persona que lidera pero que no muestra coraje, espíritu de lucha y capacidad de ir contra corriente, sí, porque un líder debe seguir luchando, aunque corra el riesgo de quedarse solo.

Existen distintos estilos de liderazgo: el democrático, el autocrático, el transaccional o el carismático, entre otros, cada uno de ello va definido por las circunstancias a las que hace frente el líder, pero también ese liderazgo -más allá de las definiciones- lleva su impronta personal. Hay individuos muy reservados que incluso pueden emitir solo las palabras necesarias o parecer poco empáticos, pero las características de un buen líder están por encima de los estilos. Para que el estilo no se confunda con aquellas este debe tener autocontrol; y nada tiene que ver con el “no hacer” o “dejar pasar”, no, el autocontrol es demostrar que se tienen la cualidades necesarias para afrontar las más duras adversidades, o para hacer gala de magnanimidad cuando los éxitos llegan producto del esfuerzo y es la diosa Fortuna quien le sonríe al líder, porque nadie es capaz de dirigir a los demás si no es capaz de dirigirse a sí mismo.

Nada genera más incertidumbre que lo desconocido. La incertidumbre hace que los seguidores y los compañeros duden del líder, porque pueden sentir miedo de que no los pueda guiar en el camino o en la dirección correcta. Para que esto no pase es importantísimo que el líder sea firme en sus decisiones, que actúe con responsabilidad sobre las acciones o palabras que pronuncie, para bien o para mal. Después de la fatídica noche de Lisboa, Messi no dijo nada, ni una sola explicación que mitigara el dolor y la rabia del hincha culé, para que días después apareciera el bendito “burofax” a decir que no seguía, que se iba, sin asumir ni un poquito de la culpa que le correspondía por tamaño descalabro. Toda persona que se precie de ser un líder no puede ir “del timbo al tambo” cambiando de opinión sobre las decisiones que tome, máxime cuando afectan a un colectivo; y para evitar la mayor cantidad de fallos (tanto en la vida como en el juego) tiene más probabilidades de éxito quien comete menos errores no forzados, por eso es imprescindible una estrategia clara, porque cuando el norte está claro el rumbo es seguro.

A solo segundos de culminar este encuentro, el árbitro ve el cronometro y le pide al asistente tres minutos más de tiempo agregado antes de finalizar el partido. Quienes amamos este maravilloso deporte damos gracias a Dios por hacernos disfrutar del sublime e incomparable juego de Lionel Messi, sus regates, asistencias y, por supuesto, sus goles, su calidad, su talento y su destreza para jugar al futbol. Me atrevería a predecir que otro jugador igual no será visto en los próximos 50 años porque Messi es todo un prodigio; y si es verdad que para ser un buen jugador se necesita disciplina y pasión, también ha quedado demostrado que el talento y la destreza no siempre van de la mano con el buen liderazgo. Lo que sí parece ser cierto es que gran parte de los problemas que atravesamos hoy los humanos se deben a una crisis de liderazgo y nuestro empeño debe estar orientado en fomentar y formar buenos líderes.

¡Suena el pitazo final!!!

@danielgodoyp