OPINIÓN

Un mundo de amor

Por: Carlos Raúl Hernéndez

“Neruda miraba absorto Machu Picchu. Le pregunté, para la historia: – ¿Qué ves poeta? –El sitio ideal para comerse un asado, respondió”

E. Rodríguez Monegal

San Anselmo llamó “insensatos” a quienes no comprendían ni sus propias palabras. Por ejemplo, parece serlo quien crea que entre los genes hispánicos, negros e indígenas, hay unos más originarios que otros, como entre Guaicaipuro y Francisco Fajardo. O quien menosprecie la monumental trascendencia de la sociedad mestiza por la violencia inicial de la conquista. O quienes llaman genocidio al contagio de males inmunológicamente desconocidos.


También los que nos definen como “lo peor de España, indios flojos y negros esclavos”. Quienes maldijeran que los musulmanes salieran de Arabia y desparramaran su cultura por el Mediterráneo hasta España para tratocar la historia; que Alejandro helenizara al mundo, o que Roma ocupara desde Britania, hasta el Asia menor y el norte de África, porque cambió “costumbres ancestrales” y romanizó al mundo. O quien reniegue porque 20% de la raza humana tiene genes de Gengis Khan.


La búsqueda de nuevos mundos comenzó hace 80 mil años cuando el homo sapiens abandonó África para ocupar el planeta. El insensato llama “invasión” … “crimen histórico”, a la América hispánica, preso del mito del “buen salvaje”, de los dulces pueblos rousseaunianos, turbados por extranjeros. El colonialismo ha sido consustancial a la marcha de la humanidad hasta la llegada de los estados nación, la comunidad internacional y la ONU.

El mar de la felicidad


Tan inseparable de la historia que no hay un palmo de territorio en el globo que no haya sido colonizado una o varias veces, o que no haya pasado de colonizado a colonizador, también varias veces. Oí a una guía más ideológica que turística en Ollantaytambo, camino a Machu Picchu, que “las tribus colonizadas por los incas eran muy felices. Vivían en un mundo de amor”. Su cara era como las rocas de la ciudad sagrada hacia la que corría el autobús.


Ese Edén ideológico era falso por la condición humana y por la dinámica de la civilización. Algunos insensatos-pero-no-tanto, creen “nos hubiera ido mejor”, si en vez de los españoles, hubieran sido los portugueses, los franceses o los ingleses. Pero Brasil, Argelia, Jamaica, Angola, Haití, Guyana, no permiten juicios rotundos. En Cusco, “ombligo del mundo”, los incas dominaban desde Antofagasta en Chile hasta Colombia, pasando por Ecuador, Bolivia, Perú.


A diferencia del imperio mexica, que era abiertamente antropófago y por eso los sacrificios masivos, en el Tahuantinsuyo, los prisioneros no estaban en el almuerzo diario. Esa moderación dietética se debía a que grandes extensiones agrícolas y ganaderas necesitaban mano de obra. Para aplacar los levantamientos de los pueblos esclavos, practicaban mitimaes.


Era esto: ocupaban una población chilena, secuestraban a todos los hombres y los trasladaban a Colombia, a miles de kms., para que no pudieran comunicarse con nadie ni, por lo tanto, rebelarse. Y de reversa se traían los varones de Colombia a Chile. Una coincidencia histórica es que los jefes mexica e inca, el tlatoani Moctezuma y el inca Atahualpa, creyeron que Hernán Cortés y Francisco Pizarro eran los dioses Quetzalcóatl y Viracocha.


Ser esclavo es malo


Y ambos caciques caen prisioneros. Cortés y Pizarro andaban con apenas 300 y 168 hombres respectivamente, para dominar dos imperios de 15 y 12 millones de habitantes resquebrajados por el odio de los oprimidos. Cortés tejió la alianza para la guerra de liberación. Pizarro en su viaje definitivo a Perú, en 1532, encuentra la guerra civil en plena ebullición Es la alianza de chancas, lurigayos, chachapoyas, karanjas, caraballos tarmas, huancas, yauyos y otros pueblos la que derroca el imperio.


Los crímenes de los europeos contra los indígenas, solo se comparan con los que los indígenas cometieron contra otros indígenas. Los españoles sentenciaron a Atahualpa a morir ahorcado, por el espantoso asesinato de su propio hermano Huáscar, a quien odiaba porque fue el escogido de su padre, e hizo condenarlo al más espantoso suplicio imaginable. Madre, hermanas, mujer favorita, concubinas, hijos, amigos, familiares y servidores de Huáscar, los ejecutaron lentamente, uno a uno en su presencia.


A las preñadas les tasajeaban el vientre en ese mundo de amor. Luego lo liquidaron, según algunos, desollado, según otros, ahorcado. Lo arrojaron al río para que, al no tener tumba en la tierra, no pudiera alcanzar la paz en el otro mundo. Marx no gustaba de estas ancenstralidades, era un modernizador y celebró el colonialismo, que Inglaterra ocupara la India y EEUU a México. Lo creyó progresos civilizacionales.


El ñangarismo tercermundista actual rinde culto al guayuco, la utopía arcaica, pero con tecnología. Carlos Alberto Montaner vio diputados “étnicos” en Perú, ataviados de Hollywood, pero con smart phone y tablet además de arco y flechas. (Vuelvo al principio. En Pablo Neruda: el viajero inmóvil, Rodríguez Monegal destaca que, años después del incidente del asado, Neruda publica su magno Canto general, que comienza con Machu Picchu, uno de sus poemas más poderosos).

@CarlosRaulHer

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