“GRACIAS”
Por: Rodolfo Godoy Peña
Por más de cuatro siglos el pueblo estadounidense ha celebrado el día de “Acción de Gracias”. Sus inicios se remontan a las primeras décadas de 1600 con los colonos; Washington emitió la primera proclama sobre el tema como nación independiente al título de “Día Nacional de Acción de Gracias y Oración Pública”. posteriormente fue reglado por el presidente Lincoln para ser celebrado el último jueves del mes de noviembre y finalmente, en 1941 el Congreso norteamericano lo declaró una fiesta nacional para ser celebrada el cuarto jueves del mes de noviembre en toda la Unión.
Es un día que se reserva para dar “gracias” a Dios: originalmente por las cosechas, luego por la independencia, más tarde para sanar las heridas de la guerra civil, pero siempre por las bendiciones del año transcurrido pues como dice Washington: “…nuestro deber como personas con reverente devoción y agradecimiento, reconocer nuestras obligaciones al Dios todopoderoso, e implorarle que nos siga prosperando y confirmando las muchas bendiciones que de Él experimentamos…”; y a pesar de que se comenzó celebrando como una fiesta religiosa de los protestantes puritanos, ha logrado ser una celebración que rompe esa barrera y ha ido evolucionando como una celebración que no tiene cariz confesional aunque conserve su cariz devocional. No deja de ser llamativo, pues podría considerarse una expresión de diálogo interreligioso.
Los norteamericanos, sin importar sus creencias, raza ni origen, aprovechan la fecha para reunirse, para elevar una oración, para comer juntos, para reencontrarse una vez al año en familia y amigos en un acto de humildad, de reconocimiento de la propia limitación y para declarar que hay una providencia divina a la que estamos sometidos y a la cual agradecer por una serie de bondades que nos han sido concedidas de manera graciosa, tal como es el amor. No hay regalos materiales, solo regalos espirituales. La significación de Thanksgiving Day supera con creces la celebración de la Navidad en este país.
La Navidad – fiesta cristiana de la encarnación de Dios, base fundamental del relato bíblico, cuando Dios se hace hombre y viene a la tierra tal y como lo preconizaron los profetas-, lamentablemente dejó de ser una solemnidad religiosa dentro de la cultura occidental para convertirse en una conmemoración donde el fin es el intercambio de regalos, privilegiando lo material porque Dios cedió su espacio a Walmart; y dejando atrás su contenido espiritual esencial que la convertía en una fiesta cardinal para el mundo occidental cristiano. Se dilapidó su sustancia para quedarse en el jolgorio. El empeño de la “industria” de la Navidad por paganizar la fecha no se debe al meritorio interés de ampliar el grupo de personas que pudiesen – aun sin ser cristianos – celebrar al Dios vivo, sino que lo hicieron con el firme propósito de ampliar la cantidad de consumidores / compradores para esa fecha. La Navidad va siendo para el mundo una fecha de excesos, de boato, de fasto, en un consumismo acelerado, sin rastro de Dios.
“Es de seres bien nacidos, el ser agradecidos”. Con esta paremia nos enseñaba mamá a sus 7 hijos a dar las gracias a todos y por todo; y cuando estaba en otro tipo de humor nos lo decía como reconvención ante lo que ella calificaba como una muestra de mala educación; pero sin importar el talante de mi madre en cada ocasión, lo significativo era el mensaje: dar siempre las “gracias” porque es un acto de justicia; esa virtud que nos impulsa a dar a cada uno lo que le corresponde de manera que una de las más sublimes expresiones de la justicia es la gratitud. No ser agradecido con quien se lo merece significa cometer una injusticia contra esa persona. ¡Cuántas veces la falta de agradecimiento nos hace inconformes con lo que tenemos, y nos hace anhelar un bienestar en el tener de otros que nos priva de la felicidad!
El ser agradecidos nos coloca a cada uno de nosotros en un nivel correcto de valoración, al saber que se nos brindan bienes o situaciones que no se consiguen ni se puede conseguir por mérito propio, sino que la Providencia a través de otros nos lo brinda de forma gratuita y por lo cual debemos agradecer siempre. Cuando se es una persona agradecida nuestra mente se orienta en lo que se tiene y no en lo que carecemos. Eso nos hace más felices. Según un artículo de Harvard Mental Health Letter: “la gratitud está íntimamente relacionada con la felicidad. Quienes son agradecidos experimentan sentimientos más positivos, disfrutan de los buenos momentos, tienen mejor salud, enfrentan mejor las dificultades y forjan buenas amistades”
El agradecimiento que hay que sentir y que debemos expresarle a nuestros padres -aunque algunos ya no estén con nosotros- por ese amor gratuito que se nos regaló sin merecerlo a través del techo, la educación, la comida, el aliento y el ejemplo, tiene que ser permanente porque, ¿Qué hubiera sido de muchos de nosotros si ese amor gratuito y sin límites no nos hubiera levantado? Aleccionador esto que cuenta Víctor Hugo Manzanilla – uno de los ejecutivos latinos más exitosos de Estados Unidos: “Recuerdo una vez haber pensado que el éxito que había logrado era gracias a mí. Mi esfuerzo en el colegio me llevó a una buena Universidad. Mantenerme hasta graduarme me llevó a un buen empleo y mi ética de trabajo me llevó a lo que soy hoy. La realidad es que eso no es verdad. Dios y la vida me dieron la bendición de nacer en un hogar sano, con valores, donde mis padres me dieron el amor necesario para hacer crecer a un hijo que creyera en sí mismo. Sin contar el inmenso esfuerzo de mi padre para pagarme una buena escuela que me llevó a una buena universidad. Y podría seguir dando ejemplos sin parar, desde tener la bendición de comer tres comidas al día durante toda mi vida como tener gente a mi lado que me amaba que siempre estuvo para mí. Y a veces creemos que el éxito que tenemos es porque somos la gran cosa. Todo en la vida es un regalo. Y que hace uno cuando le dan un regalo… uno da las gracias… todos los días y cada día.”
Vivimos en la era de la inmediatez, de la frustración constante, con poco tiempo para estimar o reconocer todo lo bueno que nos sucede, y para agradecer y sentir lo preferidos que somos en muchas ocasiones. Nos hemos convertidos en unos auténticos peritos en enfocarnos en lo pernicioso, restando valor a lo que está en el haber, centrándonos únicamente en lo que nos falta. Sigamos el ejemplo de esta tradicional fecha norteamericana y aprovechemos para agradecer, hagamos del “dar gracias” una actitud permanente para valorar moderadamente lo que somos y de todas las cosas buenas que se nos están dadas.
@rodolfogodoyp
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