NEGOCIACIÓN Y RECONOCIMIENTO
Por: Daniel Godoy Peña.
Desde hace un par de meses hemos escuchado decir desde distintos sectores del acontecer nacional e internacional que la resolución de la crisis que atraviesa Venezuela solo es posible por medio de la diplomacia, la negociación, el cumplimiento de ciertas garantías democráticas y, por supuesto, del reconocimiento mutuo entre las partes. De hecho, hemos visto como desde la Asamblea Nacional se hacen esfuerzos para sostener reuniones con los distintos actores políticos, económicos y sociales, en Caracas y en el interior del país, en el marco de la promoción de un gran acuerdo para la paz que está impulsando el gobierno del presidente Maduro.
La comunidad internacional, por su parte, parece estar tratando de “remendar el capote” de lo que fue una pésima estrategia hacia Venezuela en los últimos 4 años y está buscando unificar criterios sobre cómo se debe abordar la situación en nuestro país; si bien no con un criterio único, sí con una política concertada y en conjunto, donde los principales actores sean Estados Unidos, la Unión Europea y los países latinoamericanos que se quieran sumar al esfuerzo de la diplomacia y la negociación.
Pero para que haya un proceso de negociación debe existir una contraparte con quien negociar, y que esa contraparte tenga visiones distintas y opuestas a las del gobierno, porque no basta con la mera auto-denominación de oposición para que esta se convierta en eso que invoca y menos si esa condición la otorga el Gobierno; por eso es que quienes aspiren a sentarse en una mesa de negociación deben contar también con el reconocimiento y la legitimidad de representar a un sector de la sociedad.
En Venezuela, en los últimos 20 años, hemos visto como se ha intentado por todos los medios y toda clase de acciones lograr cambios políticos. Los intentos fallidos se han repetido una y otra vez como las tramas de nuestras telenovelas, en las que la empleada doméstica terminaba siendo la dueña de toda la herencia. Un ritornello donde ya no hay sorpresas: abandono de espacios y de procesos electorales; llamados a la abstención y atropellados retornos a la vía electoral; negociaciones y mediación internacional; intentos de golpes de estado; protestas y represión; aparición de “nuevos liderazgos” y su consiguiente caída; “gobiernos interinos”; la exaltación de “influencers”, etc.; y, todo condimentado por los opinadores y analistas de oficio que, tanto dentro como fuera del país, a través de sus redes sociales, critican todo lo que se hace, proponen soluciones mágicas y desprecian el esfuerzo de quienes aquí se dedican a buscar una solución. Ya no hay nada que nos sorprenda.
De todos estos métodos los que más han beneficiado al país, a nuestra maltrecha democracia y a los partidos políticos han sido la negociación y las elecciones, porque todo lo demás ha sido “cuentos de camino”. Si bien es cierto que no hemos logrado sustituir al chavismo en su momento y ahora al madurismo, no deja de ser una realidad que los golpes más nobles al socialismo del siglo XXI se los hemos propinado desde las urnas de votación. Creo que “los planetas están alineados” para poder reinsertar de nuevo a los partidos del G4 y sus liderazgos en el juego político, siendo una esperanzadora señal el proceso para la renovación de los rectores del Consejo Nacional Electoral, que podría servir como base para una negociación que nos lleve a pequeñas victorias tempranas y empezar así nuestro proceso de reconstrucción, tanto de los partidos como de los liderazgos. Es un secreto a voces que los partidos y sus bases, quienes promovieron la abstención en las pasadas elecciones del 6 de diciembre, tienen atragantadas y reprimidas sus ganas de gritar a los 4 vientos que quieren ser candidatos, pero supeditan su participación a que existan condiciones electorales.
Para que una negociación pueda catalogarse como exitosa debe cumplir con algunos criterios, ya que debe conducir a un acuerdo de posible cumplimiento, sensato y donde las partes entiendan que, en algunos casos, aunque puedan estar negociando como pares no siempre tienen las mismas capacidades o poder. Una buena negociación debe tender a mejorar la relación entre las partes, y en el caso de nuestro país creo que es muy difícil que se empeoren, así que cualquier mejora es ganancia. El acuerdo debe también satisfacer los intereses y mejorar las condiciones iniciales de las partes involucradas; debe resolver aunque sea de manera parcial los conflictos de intereses de los negociadores con equidad y debe tomar en cuenta las necesidades reales de nuestro pueblo.
La primera tarea a la que deben abocarse los partidos del G4 y sus aliados es tratar de conseguir la designación de, por lo menos, un rector del CNE que los represente y por medio de esa rectoría buscar las condiciones mínimas (devolución de los partidos, observación imparcial, etc.) que les permita participar y no esconderse en la falta de condiciones. Hay nombres de hombres y mujeres vinculados a la oposición que han sido postulados por organizaciones no gubernamentales y que están sobradamente calificados para ejercer el cargo de rector; pero si iniciamos de nuevo todo un movimiento para ir a las elecciones, promover candidaturas, invertir recursos en campañas y buscar esperanzar a la gente para luego no procurar con la ayuda internacional negociar con el gobierno y llamar a la abstención en el último momento, habremos de nuevo fracasado en nuestro intento de lograr un cambio en el país y de volver a ganarnos la confianza de la gente.
@danielgodoyp
Reporte Latinoamérica no se hace responsable por la opiniones emitidas por el autor de este artículo.