OPINIÓN

MIRANDA

Por: Rodolfo Godoy Peña

Hoy se conmemora el 271 aniversario del natalicio del Generalísimo Francisco de Miranda, venezolano de excepción, quien fue uno de los ideólogos más influyentes de la emancipación de las colonias españolas en el Nuevo Mundo. Como es obvio, intentar hacer la cronología total acerca del derrotero vital de cualquier gran hombre, y especialmente del Precursor, sería una tarea hercúlea de tal magnitud que daría para un trabajo extenso sobre este colosal personaje; y esa no es la pretensión en este artículo, sino la de recordar a un caraqueño extraordinario en todas las facetas de su vida, desde que era un joven universitario hasta el desempeño de su rol de político, de embajador, de militar, de humanista, de ideólogo, de espía, de reo de la santa inquisición, y un largo etcétera.

Miranda fue actor principal en las tres revoluciones que cambiaron el orden establecido y la geopolítica mundial de su época: participó como estratega militar en la revolución norteamericana con su destacado papel en la batalla de Pensacola; actuó en la Revolución Francesa como militar lo que le valió el grado de Mariscal de Campo por su dedicada labor en batallas como la de Valmy, sobreviviendo al Terror de Robespierre y ejerciendo su propia defensa en un juicio llevado a cabo por los jacobinos que lo culpaban del fracaso de Maestricht; y fue el principal promotor de la emancipación suramericana siendo el primero que actuó -con un intento de invasión que devino fallido- en el objetivo de encender la mecha de la revolución.

Hay que decir que el Generalísimo facilitó en gran medida la labor de futuros historiadores, ya que fue un hombre extremadamente ordenado y que tenía compulsión por guardar y archivar papeles por más intrascendentes que fuesen; impulso que todavía hoy proporciona un formidable registro de vivencias, antecedentes, datos, anécdotas y experiencias que nos permiten conocer al personaje a través de sí mismo y de los cambios que operaron en el mundo en la época de su singladura vital. Según la UNESCO, con ocasión de incluirlos en el Registro de la Memoria del Mundo en el año 2007, se le reconoce como: “…uno de los más importantes memorialistas de su época…/… sólo comparable con Humboldt como creador de una imagen del mundo a partir de la suma de sus observaciones y experiencias,…”. Contados hombres que han hecho historia, y la han vivido de esa manera, le han legado a la humanidad semejante estela de su vida y de la época que les tocó vivir, tal como lo hizo Francisco de Miranda.  

Gracias a la diligente labor de la Cancillería venezolana se pudieron rescatar esos archivos que se creían perdidos para siempre y que fueron hallados en manos de un coleccionista privado en una provincia inglesa a principios del siglo XX. Consta de 63 volúmenes y en ellos se puede encontrar, por ejemplo, su ingente correspondencia; una copia – años antes de su publicación- de la “Lettera Rarísima”; y una partitura original de “La Marseillaise”. El nombre de este fabuloso patrimonio es Colombeia, que fue el mismo asignado por el Generalísimo a su particular proyecto de la unión americana.

Miranda se ciñó el uniforme militar de cuatro naciones y libró batallas en Europa, América y África, pero al mismo tiempo, con igual tesón y dedicación, promovió firmemente la independencia de América hispana, presentando su proyecto ante el Imperio Británico, viajando a la Francia revolucionaria en procura de ayuda y promocionando su sueño entre la clase política de la naciente democracia norteamericana, de modo que cabría preguntarse: ¿Cómo es que este hombre de acción pudo, al mismo tiempo, escribir constituciones, elaborar planes de invasión, redactar proclamas, organizar reuniones y recaudar fondos para lograr su sueño de emancipación?.

Aquí es donde nuevamente “Colombeia” nos permite discernir sobre la vida intelectual del Precursor, no solamente por el registro de los libros que contenía su biblioteca de más de seis mil quinientos volúmenes – para la época la biblioteca del Congreso de los Estados Unidos solo contaba con 3000-, sino que también podemos seguir a través de facturas, por lugares, fechas e idioma, como se fue forjando la cultura del Generalísimo.

Francisco de Miranda le toca en suerte nacer en Venezuela, que aún no había conseguido el estatus de Capitanía General, y que era una colonias españolas de rango administrativo menor, pues a la fecha solo era una de las provincias que conformaban el Virreinato de Nueva Granada. Esta realidad limitaba en gran medida el roce con las nuevas corrientes del pensamiento, ya que, al igual que en el resto de las colonias española, y en el Reino mismo, se celaba cuidadosamente de las nuevas corrientes mundiales de pensamiento. Aun cuando se formó universitariamente en ese ambiente, al salir de Venezuela con 21 años ya contaba con un importante lote de libros que llevó consigo a la península; y el hecho de establecerse en Madrid le permitió moverse dentro de un ambiente intelectual más desarrollado y con acceso –aunque de manera clandestina- a la literatura proveniente de Francia e Inglaterra, pues la corriente del pensamiento de la Ilustración estaba ferozmente suprimida en España por la censura que ejercía la iglesia Católica.

Ahora bien, el destape intelectual de Miranda sucede con el feliz evento de su designación como embajador del reino español en Jamaica, que a la sazón era una colonia inglesa donde sin la opresión del oscurantismo se discutía libremente sobre las corrientes modernas del pensamiento. Ya para la fecha de su arribo al Caribe Miranda había adquirido 220 libros (625 volúmenes) según consta en el inventario que de sus pertenencias realizó en Madrid el 5 de abril de 1780 por José de Pineda. Esta pasión por el libre pensamiento lo llevará a sufrir persecución por parte de la Santa Inquisición quien lo acusó de los delitos de proposiciones, retención de libros prohibidos y pinturas obscenas, acusación esta que lo obligará a desertar del ejército español pero que, felizmente, lo llevará a otras latitudes para defender los derechos del hombre.

Otro dato curioso es que, después de su salida de la península, Miranda ya no comprará ningún otro libro de autor español; y ciertamente no le era necesaria ninguna obra traducida porque dominaba perfectamente el francés, el italiano, el inglés, el latín y el griego. Miranda leía a los clásicos en su idioma original y para la Ilustración tenía en su biblioteca los ejemplares de Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Raynal, Locke, Hume o Burke, cada uno en su lengua vernácula. Antaño católico, como muchos españoles de la península, fue convirtiéndose en filósofo bajo el influjo de nuevas corrientes y culturas; y fue en esencia un producto cultural del siglo XVIII, el siglo de los grandes cambios.

El Generalísimo Francisco de Miranda fue uno de los hombres más cultos e instruidos de su época y habrá de recordársele, con toda seguridad, como el más culto mandatario que ha tenido Venezuela; un gigante que logró ejecutar la idea mejor formada en la acción del combate, y un hombre de luces y sombras, movido siempre por el ardor de libertad que rigió su existencia.

@rodolfogodoyp

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