OPINIÓN

YO GANÉ

Por: Rodolfo Godoy Peña

En el año 2010 el presidente Barack Obama, presentó al Congreso norteamericano el proyecto de Ley “Affordable Care Act” (ACA), mejor conocida como la Ley Obamacare, que había sido su oferta central en materia salud siendo candidato. Obama había logrado no solo ganar la presidencia de los Estados Unidos, sino que además incrementó el número de representantes y senadores de su partido en la legislatura que iniciaba en 2009, de modo tal que el partido Demócrata se hizo con la Casa Blanca y con el control de ambas cámaras del Congreso.

Obama había enviado el paquete de leyes para ser conocido y discutido por los miembros del Congreso y los republicanos habían hecho una gran cantidad de observaciones al proyecto que fueron devueltas al Ejecutivo para su consideración.  Al ser aprobada esta ley -y otras del paquete- y constatar el partido Republicano que la administración Obama no había acogido los cambios propuestos por ellos, le recriminaron a Obama su conducta, a lo cual el presidente ripostó: las elecciones tienen consecuencias y al final, yo gané“.

En toda disputa hay vencedores y vencidos; unos ganan y otros pierden, y aun cuando en medio del fragor del conflicto se puede presentar un empate catastrófico, donde “lo nuevo no puede nacer y lo viejo no puede morir”, al decir del teórico Antonio Gramsci, al final, por la fórmula que sea, se da un desempate en el cual alguna de las posiciones prevalece y por lo general los vencedores de cualquier contienda conquistan dos prerrogativas: una es imponer las condiciones al finalizar el conflicto y la otra es amoldar los hechos; de allí la conocida frase del novelista George Orwell “…la historia la escriben los vencedores que plasmó en una de sus columnas para la revista británica Tribune.  

La lucha política es consustancial en cualquier sociedad y la búsqueda de la “mayor suma de felicidad posible” es algo que se sucede en el encuentro de dos visiones contrapuestas, muchas veces antagónicas en el combate civil, pero con un fin común, que es la imposición de la visión del portante según la cual, el sí tiene la medicina para curar los males sociales y, por ende, debe alcanzar políticamente el poder para aplicar su panacea, pero en la actualidad, por un maniqueísmo “político” que recorre el mundo, esas visiones que de forma inveteradas sirvieron para preconfigurar la acción del gobierno, se han convertido en “dogmas” y “apostasías” dependiendo de qué lado del discurso se esté. Solo basta con leer u oír la frase tan manida como hueca, utilizada por líderes políticos venezolanos de saberse ubicados “en el lado correcto de la historia” y además, en un ejercicio de fatuidad, invitar a sus contrincantes a colocarse en ese mismo paraje.

Con la última batalla política de Venezuela popularmente conocida como el “mantra”, que tenía como fundamento la estrategia del poder “dual” y la cual se inició con la autoproclamación del presidente de la Asamblea Nacional como encargado de la rama ejecutiva a principios de 2019, se desarrolla un enfrentamiento entre posiciones políticas que, fue aumentando de intensidad y, lo que parecía un conflicto entre dos poderes del Estado que debía dirimirse bajo el marco de las leyes, tomó ribetes dramáticos de pugna violenta. La oposición radical no únicamente combatió en el plano legal nacional e internacional para adquirir reconocimiento como el legítimo gobierno, sino que fue más allá cuando intentó transitar desde la lucha diplomática y civil hasta la lucha armada con la contratación de mercenarios para que ingresaran furtivamente al país; cuando procuró un levantamiento militar,  y cuando alentó la invasión de fuerzas extranjeras contra la República; no sin mencionar que hicieron lobby y fuerza para que Venezuela fuese sometida a una andanada de sanciones, con el fin de subvertir violentamente el gobierno de Nicolás Maduro.

Pero esa oposición encabezada por el Sr. Guaidó fracasó estrepitosamente, porque no logró consolidar su poder en ninguna zona del país, porque falló en la introducción de mercenarios en el territorio, porque no consiguió soliviantar a las Fuerzas Armadas en el bufo evento del 30-A y porque no logró introducir la ayuda humanitaria. Como si fuese poco perdió la mayoría en la Asamblea Nacional y pareciera que el único logro que tuvo fue servir de vocero para la aplicación de ignominiosas sanciones contra el país, las cuales han agudizado la congoja de nuestro ya bastante sufrido pueblo por obra del funesto gobierno de Nicolás Maduro. En fin, un fracaso rotundo y se podría afirmar que lo único que logró, lo logró en contra del mismo pueblo al que aspira gobernar.

Pero a pesar de ese bagaje de estrepitosos fracasos el expresidente de la Asamblea Nacional se cree – y así lo pregona sin ninguna vergüenza – con la fuerza de imponer condiciones en una mesa de negociación a la cual ni siquiera fue originalmente invitado, porque la participación de esa oposición radical en las negociaciones que se suceden en el país fue a petición de ellos mismos, los perdedores, y a última hora. Y es que este sector es tan poco determinante en la vida del país, que a juicio del gobierno no es necesario negociar con él, sino que tiene que ponerse en la cola, cosa que parece natural porque el G4 no tiene nada que ofrecer en este proceso, ni tampoco fuerza para lograrlo: el señor Guaidó ni siquiera tiene el control de las sanciones porque no puede hacer que se levanten, ya que las mismas no son producto de un conflicto entre el “interinato” y Nicolás Maduro, sino que son un tema para dirimir entre el gobierno de Venezuela y el gobierno de Estados Unidos.

Las fuerzas resaltantes que se oponen al Gobierno Nacional – una vez auto aniquilada la visión extrema de la solución – pueden empezar a construir una estrategia en la cual logren anotarse victorias, parciales y paulatinas, con las cuales puedan presentarse al país como una opción viable de triunfo y como la esperanza para lograr un cambio de modelo político, porque todo este lamentable episodio que ha vivido el país con el cantinflérico “interinato”, ha significado un importante retroceso en el objetivo fundamental para reconducir al país: la salida del PSUV del poder luego de más de dos décadas.

@rodolfogodoyp

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