OPINIÓN

Los distintos

En este y en todos los tiempos ser distinto puede ser peligroso. Desconfiamos de todo aquello que es diferente. Por desconocido, lo tememos y, por temido, lo adversamos. La orientación política, sexual o religiosa puede ser causa de odio y hasta de persecución. Usamos la palabra “tolerar” (peligrosamente próxima a “resistir”) en lugar de “respetar” o “aceptar”. Y a veces la supervivencia está dolorosamente vinculada a la huída, ergo, a la migración, en aras de salvar la vida, la física, biológicamente hablando, pero también la cronológica, la forma en que transcurren nuestros días.


Estas y otras verdades son las que pone en luz Mónica Montañés en su libro Los Distintos. El hecho de que sea una obra breve, publicada por una editorial habitualmente volcada hacia el público infantil (Ekaré), no debe llevarnos a suponer, equivocadamente, que se trata de un cuento más, de un libro intrascendente: Los distintos, si bien en tono cercano, a través de las voces alternadas de dos niños, nos hace partícipes de las vicisitudes que pueden padecer las personas en su lugar de origen, pone sobre el tapete temas que en España todavía se tratan en voz baja y recuerda cómo Venezuela pudo ser, en otra época, la tierra prometida, la esperanza y el punto de partida para una nueva vida.


Fue Pancha Mayobre quien, al escuchar a Mónica hablar de la experiencia migratoria de su padre y su tía cuando eran niños, pensó en la utilidad que podría tener contar esa historia a otros niños que pudieran verse obligados emigrar. Mónica estimó que, por añadidura, un libro de estas características podría ayudar a también a los niños que viven en lugares donde hay inmigrantes a comprender lo que puede suponer para sus nuevos compañeros de clase el desarraigo, y a entrever que pueden venir de circunstancias muy adversas.

 
Paquito y Socorritos encarnan, pues, al padre y la tía de Mónica en tiempos de la Guerra Civil Española. Se trata de dos niños que no solo son diferentes a los que les rodean, sino que también son diferentes entre sí, un asunto que le interesó a la autora: como podían coexistir dos percepciones diferentes alrededor del mismo fenómeno. Quiso, además, alojar en su libro dos mensajes contra la desmemoria: para los españoles, que no se olviden que Venezuela los acogió, y para los venezolanos, que todo pasa, que los españoles también pasaron por esto y lo superaron. 


El color va invadiendo las ilustraciones de Eva Sánchez Gómez a medida que la esperanza se va haciendo presente para los niños en el libro.

De vuelta a España, en donde reside desde hace algún tiempo, Mónica se planteó que lo que ella estaba viviendo era, ni más ni menos, lo que habían vivido sus familiares cuando llegaron a Venezuela, y que la actitud podía ser la de la permanente añoranza por lo que había perdido, o la de la gratitud regocijada por todo lo que estaba adquiriendo. Y, valerosa como es, lúcida como es, con un corazón grande como el que tiene y con una permanente disposición a aprender, optó por la segunda. De paso, quiso rendir tributo a sus familiares y, en ellos, a todos los que vivieron la Guerra Civil.


La diversidad aflora permanentemente en el libro a través de la dualidad: niño y niña, falangistas y rojos, el que vive permanentemente hambriento y la que detesta comer, emergen de las páginas de Los Distintos, una obra cuya importancia no debe subestimarse. No en balde ha sido destacada por la Biblioteca Pública de Nueva York como uno de los mejores libros en español publicados durante 2020, así como también fue elegida como finalista para optar al Premio Fundación Cuatrogatos 2021.


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