OPINIÓN

EL GATOPARDO

Por: Rodolfo Godoy Peña

El G4 anunció su participación en las elecciones regionales venezolanas del 21 de noviembre próximo. Esto es el desenlace inexorable de la “crónica de una muerte anunciada”. Desde hace semanas se ha visto el rifirrafe de algunos sectores políticos, que hasta ayer denunciaban a la “tiranía” por demoler la democracia en Venezuela, pero que hoy anuncian, sin solución de continuidad: no tenemos la totalidad de las garantías, pero no podemos decir que si no tenemos el 100 % de las garantías no vamos a participar. Ramos dixit. Es como “no, pero sí”.

En efecto, la rueda de prensa tuvo como vocero a Henry Ramos Allup – quien ya no tiene partido -, en representación de los partidos que estuvieron dos años bregando el derrocamiento de Nicolás Maduro a través de la estrategia del poder dual que fracasó, no solamente por la salida de la administración Trump y el cambio de política internacional de ese país, sino sobre todo por la incompetencia y el latrocinio de los títeres nacionales que le hicieron comparsa en Venezuela y allende.  La puntilla al gobierno de fantasía se dio en México.

Por supuesto, y como no podía ser de otra manera, salió a relucir el tema de la “unidad”; de hecho, el movimiento se autodenomina Plataforma Unitaria y postularán a los candidatos con la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática; y es que si hay un ritornelo en la política venezolana del último siglo, es el llamado a la “unidad”.

Se pude afirmar que la oposición venezolana, desde la llegada del presidente Chávez al poder, no había estado antes en las condiciones tan deplorables como las que se encuentra en este momento. Durante más de 20 años han ido cambiando las estrategias, las tácticas (paro petrolero, la, salida, golpes de estado, gobierno interino, sanciones unilaterales, intento de invasión); los eventos políticos, las condiciones internacionales, la situación económica, inclusive hubo cambio de presidente por la muerte del anterior, y los partidos de la oposición venezolana, a pesar de eso, siguen siendo dirigidos por los mismos sujetos de siempre,  todos ellos con el lastre de la derrota como avío; y con tal grado de cinismo que se podría decir que sus dirigentes tienen más “cara que espalda”. ¡Cuánta desvergüenza!

A pesar de todo eso la cara del evento fue Ramos, un político que tiene es estas lides más de 50 años, y que al verlo, uno dice: ¿cómo no acordarse nuevamente de su profecía fallida “en seis meses te vas, Nicolás? Han pasado 6 años y Nicolás sigue ahí. Pero este político – sin partido -, luego de ser electo diputado (engañando a sus votantes haciéndoles creer que esa elección de 2015 significaba el fin del chavismo en Venezuela), y de haber presidido la Asamblea Nacional e intentar fallidamente derrocar al gobierno desde esa instancia, es entonces ahora el “portavoz” de la participación electoral. ¿Le servirá de algo a los votantes recordar que un político que captó sus votos en 2015 y ofreció el cambio de sistema, pasó sin pena ni gloria por la Asamblea Nacional? Seguramente para estimar, razonablemente, que se trata de un nuevo engaño.

Está, también, el caso de otros “adalides” de la lucha democrática que se fueron huyendo de Venezuela por la “persecución” de la dictadura y que ahora vuelven a dar la “batalla electoral”. Entre esos está el caso emblemático de un sujeto que salió al “exilio” durante dos años y se autodesignó embajador de Venezuela ante el gobierno de Colombia pero que regresa -sin dar explicaciones- para participar en eventos electorales, aunque nadie olvida que mientras estuvo en Colombia fue cómplice del despojo a Venezuela de la empresa Monómeros Colombo Venezolanos S.A, que pertenece a Pequiven en su totalidad, por lo cual era una empresa que nos pertenecía a todos los venezolanos. Los potenciales electores de la oposición se podrán preguntar si fue que el régimen se “cansó” de perseguirlos; o, en el mejor de los casos se cuestionarán – visto lo visto en Colombia – si en el caso de que alguna gobernación llegase a ganarse por parte de alguno de estos sujetos, no sería posible que vendieran la plaza Bolívar de las ciudades capitales de los estados en la misma línea que hicieron con la empresa de fertilizantes. 

Y como este, otros casos de sujetos “devueltos” de sus correrías políticas por el mundo, proclamando a los cuatro vientos tener que huir de un régimen de terror y que, frente al mismo escenario de su huida, pero con el fracaso del mantra a cuestas – político y económico –, regresan por Maiquetía a participar en la fiesta “democrática” y ¡aquí no ha pasado nada! Los electores seguramente les podrán endilgar ser unos cobardes pues pareciera que corrieron sin que nadie los persiguiera; o en el más correcto de los casos, temerán razonable y previsiblemente de la poca transparencia en los manejos de los dineros públicos por parte de estos sujetos si llegasen a ocupar alguna alcaldía o gobernación.

Hay otro caso y es el de aquellos políticos opositores que no salieron al “exilio” sino que han permanecido en Venezuela y han participado en procesos electorales anteriores, inclusive en el momento culmen del abstencionismo como política. Estos actores luego de competir y perder en las elecciones (resultado consustancial de contender, se gana y se pierde) no tuvieron mejor idea que denunciar, sin que hasta ahora hayan presentado pruebas, de haber sido despojados de una elección, e incluso realizaron giras internacionales para dar a conocer su impugnación de los comicios del 20 de mayo para ahora, luego de tres años, volver al ruedo político para conseguir una gobernación contra el mismo “régimen” que según ellos los despojó de su triunfo.  Y así, como quien no quiere la cosa, se presentan frente a los electores como la solución pero no cabe duda que podrían los potenciales electores preguntarse -a la vista de esto- para qué votar por un político que no fue capaz de defender su triunfo, o, para qué votar por alguien que se deja hacer trampa y sigue jugando contra los mismos tramposos.

Ahora bien, todo esto parece no importar porque, según vociferan, lo único importante es la “unidad”, ese manido concepto que muchas veces es una trampa discursiva que solamente ha servido para denigrar de otros actores políticos de oposición (alacranes, colaboracionistas, etc.); y la verdad es que la oposición no solamente tiene que enfrentarse al gobierno sino que están enfrentados con odio cainita entre ellos, porque esta oposición no ha aprendido nada de subestimar al chavismo durante 20 años, y ahora tiene la desvergüenza de subestimar la inteligencia de todos los venezolanos.

Venezuela tiene que recuperarse. Creo firmemente en las reservas morales de nuestro pueblo y en su inteligencia, pero esto no sucederá con estos actores políticos quienes hacen suya la expresión de Tancredo: “Es preciso que todo cambie, para que todo siga igual”.

@rodolfogodoyp

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