OPINIÓN

A REY MUERTO, REY PUESTO

Por: Daniel Godoy Peña

En medio del alboroto que se ha levantado por la negociación en México y por las elecciones regionales del próximo 21 de noviembre, pocos hemos prestado atención a una serie de eventos políticos que se han dado en el gobierno y en el PSUV que marcan el fin de una era política conocida como el “chavismo” y que dan la bienvenida al “madurismo”. Sí, aunque a algunos les cueste creerlo y otros se nieguen a aceptarlo, es una realidad que cada vez son más frecuentes las señales de que el “chavismo” ha ido dejando de ser una referencia en la acción política y se ha convertido solamente en una referencia retórica para mantener viva, románticamente, la memoria y el legado del comandante Chávez.

Y es que no podía ser de otra manera porque la forma en que “El Comandante” delegó su poder en Nicolás Maduro fue lo más parecido a una sucesión monárquica; y así lo entendió el sucesor quién, a despecho de muchos y sobre todo de los más acérrimos seguidores del difunto presidente, observaron cómo poco a poco se iba ejecutando el “parricidio” político e ideológico. “Ha muerto el rey, ¡viva el Rey!”

De los primeros en la lista que pertenecían al círculo cerrado del chavismo y que fueron borrados está Rafael Ramírez, quién después de ser una de las figuras más prominentes del PSUV, inventor de la frase “roja rojita” y con más de una década al frente de PDVSA, fue nombrado embajador ante la ONU para luego en 2017 renunciar y desde 2018 encontrarse solicitado por la justicia venezolana con notificación roja de Interpol. Otro caso también muy llamativo y que ilustra perfectamente cómo funciona la pulverizadora madurista es el de la ex fiscal general de la República Luisa Ortega Díaz, ficha clave del chavismo desde el Ministerio Público durante una década, pero que tras el impasse con el gobierno en 2017 le ofreció a Maduro la excusa perfecta para librarse de otra pieza de la vieja guardia chavista.

Pero la cosa no se detuvo ahí, sino que con el trascurrir del tiempo, pacientemente y como un trapiche, Maduro y su entorno más cercano (la “primera combatiente” Cilia Flores, los hermanos Rodríguez, Tarek El Aissami, el general Padrino López y el ala más “liberal” del PSUV) han progresivamente machacado los cimientos del chavismo y han ido desplazado a las facciones que representan la quintaesencia de aquello que nació como un sueño con el juramento en el Samán de Güere, empezó sus andanzas con las intentonas golpistas del 92 y se materializó con la llegada de Hugo Rafael al poder en 1998. Los “padres fundadores” del movimiento MBR 200 hoy en día no son más que borrosas y desvaídas referencias históricas, bien sea presos o en el ostracismo: los olvidados Yoel Acosta Chirinos y Jesús Urdaneta Hernández; el preso Raúl Isaías Baduel, “salvador” de Chávez en el 2002  y por último, pero no menos importante, Francisco Arias Cárdenas que vegeta sin pena ni gloria como embajador en México y a quien recientemente se le negó la oportunidad de postularse en las primarias del PSUV y aspirar a la gobernación del estado Zulia.

Otro sector que también ha sido víctima del madurismo y que ha ido perdiendo poder dentro de las filas revolucionarias son los representantes del ala militar conocida como el “febrerismo”, liderados nada más y nada menos que por Diosdado Cabello, a quienes las apuestas daban como seguro ganador para ser el sucesor de Chávez; y aunque el diputado sigue siendo una “vaca sagrada” del PSUV y un referente de la lucha revolucionaria a quien el gobierno usa como perro de presa para atacar adversarios, decir o adelantar línea política, etc., su poder y su figura se van licuando porque después de su salida de la presidencia de la Asamblea Nacional en 2015 no ha vuelto a ocupar un cargo de verdadera relevancia, ya que ni fue jefe de la fracción parlamentaria del PSUV en 2015, ni fue el primer presidente de la Asamblea Nacional Constituyente de 2017, puesto que ocupó Delcy Rodríguez, durante el primer año de vida de ese mamotreto. Pero la pérdida de poder de Cabello va más allá y eso ha afectado también a su grupo político más cercano, tanto en el ámbito militar como civil, y ejemplo de ello son las derrotas en las primarias del PSUV de los militares gobernadores que buscaban la reelección: Justo Noguera Pietri, Ramón Carrizales, y Rodolfo Marcos Torres, este último incluso obligado a “renunciar” antes del término de su periodo legal tras el descalabro interno.

Pero el listado de reveses políticos de Cabello no termina ahí, sino que también salieron derrotados sus candidatos a las gobernaciones: en Lara, por ejemplo, perdió Pedro Alastre, ficha de Luis Reyes Reyes -otro ex militar cercano a Cabello-, quién fue derrotado por el sucesor de Carmen Meléndez, Adolfo Pereira.  Ahora, sin duda alguna, la derrota más significativa del ala militar chavista la encarnó José Vielma Mora, quien durante toda la campaña criticó ácidamente al actual gobernador de Carabobo Rafael Lacava, por su falta de compromiso con el ideal chavista, ideal que Vielma ofrecía rescatar, pero que en esas primarias se llevó una tunda que no solo dejó al descubierto su poco liderazgo, sino que puso de manifiesto que ya a muy pocos chavistas les importa en algo los “ojitos” del comandante.

Pero no todo termina aquí, pues resulta  ineludible mencionar la clamorosa execración del Frente Francisco de Miranda, ese reducto del chavismo puro creado en La Habana por el mismísimo Chávez y Fidel Castro en el 2003, y que tiene como sus exponentes a la hoy ex alcaldesa de Caracas Erika Farias, a quien Maduro sustituyó como candidata negándole la posibilidad de reelección e imponiendo a la ministra Carmen Meléndez, lo que condujo a su “renuncia” y a Elías Jaua, quien a pesar de contar con el apoyo de un sector de las bases del PSUV en el estado Miranda, se le impidió participar en las primarias; todo eso sin “derecho a pataleo”.

Quien esté pensando que el oficialismo está dividido y que Maduro tiene que compartir su poder, está muy lejos de la verdad. Nicolás Maduro no solamente es el líder –frio e implacable- de su partido sino que también, él y su círculo más cercano son los que deciden quienes son los autorizados para hacer política y quienes no, quienes están o no en las esferas del poder y quienes están irremisiblemente condenados a la amnesia revolucionaria.

@danielgodoyp

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