OPINIÓN

BANDERAS ROJAS

Por: Rodolfo Godoy Peña

Hemos sido sacudidos nuevamente con la muerte de 22 personas en una escuela primaria en la localidad de Uvalde en Texas a manos de un adolescente de 18 años quien entró al lugar y disparó indiscriminadamente un rifle de asalto, asesinando a 19 niños y a 2 maestras, para luego caer abatido por la patrulla fronteriza de los Estados Unidos. Más allá de la conmoción natural que produce un evento como este, cíclicamente se desata a la par de esos tiroteos una discusión nacional sobre las causas de estos sucesos alegando generalmente como motivo principal el derecho que tenemos todos en este país para portar armas de fuego.

Este tema del control de armas se extrema y se discute en una sociedad que se encuentra absolutamente polarizada y con signos evidente de eclosionar, y donde las posiciones personales se convierten en fanatizados clichés políticos avalados por los dos partidos predominantes en la escena nacional.

La estadounidense es una sociedad que no ha superado ni el racismo ni la exclusión que arrastra desde su fundación, agravadas a través del tiempo por las inequidades propias del capitalismo liberal que fue norma fundamental de su establecimiento, y que a pesar de los ingentes esfuerzos que se han hecho para paliarlas arrastró a este país a una guerra fratricida de la que aún no cura totalmente sus heridas porque el mal que lo aqueja es sistémico y no legal.

Es en este escenario que el trágico acontecimiento del tiroteo regresa a la palestra nacional generando discusiones interminables que hacen correr ríos de tinta, invertir centenares de horas de televisión y acumular frenéticos golpes de teclados en la búsqueda de responsables y culpables con agrias discusiones que van desde armar a los maestros hasta la modificación constitucional para suprimir el derecho a las armas pero que al final, como sucedió cuando las masacres de Parkland, Las Vegas, Sutherland Springs o Virginia Tech, no se avanzará en ningún sentido.

Para los norteamericanos -un pueblo con un acendrado espíritu de libertad y con un exacerbado culto hacia los padres fundadores- es un camino muy difícil de transitar el buscar “enmendarle la plana” a los redactores originales de la Constitución y de la Carta de Derechos donde se contempla, en su segunda enmienda, la libertad de los ciudadanos para hacerse con armas de fuego con el fin de defender a la Nación y protegerse a sí mismos. En Estados Unidos hay más armas que personas siendo el país con más civiles propietarios de armas de fuego y que de acuerdo con serias investigaciones se estimaba que ya para 2018 había 120,5 armas por cada 100 habitantes.

A pesar de los debates suscitados por los tiroteos masivos resultan mucho más alarmantes otras cifras, como por ejemplo que en este país durante el año 2016 el índice de muertos por armas de fuego fue de 10,6 por cada 100.000 personas, mayor que las tasas de países como Canadá (2,1), Australia (1,0), España (0,6), Alemania (0,9) o Francia (2,7). Otro dato: desde el inicio de 2022 han muerto 17.202 personas por disparos de las cuales 7.632 perdieron la vida en asesinatos, por disparos no intencionados o autodefensa, mientras que 9.570, es decir el 56 %, se suicidaron con esa clase de armamento. Y también para este año hasta la fecha de la masacre de Uvalde se identificaron 212 tiroteos masivos en el país, donde al menos murieron o fueron heridas 4 o más personas sin contar al atacante, cifra que no ha dejado de incrementarse desde el año 2014.

El debate sobre las armas de fuego parece pertinente pero no suficiente para erradicar este problema. Sin ánimo de dar pábulo a la poderosa Asociación del Rifle norteamericana en su discurso pro-armas, es también cierto que otros países donde son más estrictos los controles sobre las armas de fuego y el derecho a portarlas, se están desarrollando por igual unos escenarios muy devastadores tal y como es el caso de los asesinatos por arma blanca en el Reino Unido. Ese país promedia 300 apuñalamientos anuales donde la mayoría de las víctimas y los victimarios son adolescentes, y muchos de esos crímenes ocurren en centros educativos o en el perímetro de allí que la Oficina Nacional de Estadísticas sostenga que las víctimas por cuchillo entre 16 y 24 años se incrementaron en un 45% con respecto al año anterior y en un 93% en relación a los últimos cinco años. Sea pertinente resaltar, también, que en Estados Unidos la mayoría de los agresores de centros escolares tienen una conexión con la escuela que atacan: 13 de los 15 tiradores hasta la última embestida en Texas eran alumnos o exalumnos del plantel arremetido.

De modo que pareciera que el asunto vas más allá de la prohibición de las armas de fuego o de las armas blancas. En Estados Unidos se han aprobado en muchos estados lo que se denomina leyesde bandera roja (Ley de Orden de Protección contra Riesgos Extremos) que permite a los jueces prohibir que posean armas de fuego aquellas personas que se crea que representan un peligro, para sí mismas o para otros. Sin embargo, estas leyes no imponen la aplicación de pruebas psicológicas a los compradores de armas, sino que solo autorizan para que, a través de una denuncia de terceros, si se advierte que una persona podría ser violenta, se le impida tener armas de fuego. En el caso de Uvalde no deja de ser llamativo que el agresor pudo comprar los rifles de asalto y alardear en redes sociales del crimen que cometería, así como intentar asesinar a su propia abuela, apenas 2 semanas después de haber cumplido 18 años.

Es evidente que ese tipo de leyes no hubiesen detenido la matanza pero como si fuera poco en el Estado de Texas las leyes de armas se han ido relajando de manera inusitada gracias al empuje del gobernador republicano Abbott quien es uno de los más fervientes propulsores de las armas en los Estados Unidos y que ha convertido a ese estado en un “santuario” de armas con el ejecútese de siete leyes el año pasado valiéndose de un discurso populista y de suyo peligroso: “Texas será siempre líder en la defensa de la Segunda Enmienda (que protege el derecho a portar armas de fuego), que es por lo que hemos erigido una barrera en torno a los derechos de armas en esta sesión”  ha dicho.

Estados Unidos necesita entrar en un debate serio de lo que significa un país donde hay más arnas que gente y que está profundamente fracturado. No es verdad que los derechos son absolutos como esgrimen la mayoría de los pro-armas porque aceptar este alegato sería tanto como admitir que la primera enmienda nos autoriza a los ciudadanos de este país para difamar sin ninguna limitación porque allí está contemplado el derecho a la libertad de expresión. Eso no es verdad y como prueba está que ese derecho constitucional ha sido regulado mediante sentencias de la Corte Suprema y de las legislaciones estadales.

Ahora bien, en el caso de la segunda enmienda la realidad es mucho más grave pues si con respecto a la primera la lesión puede ser contra la fama o el prestigio de la víctima como es el caso Depp – Heard, por ejemplo, alegar como un derecho absoluto portar cualquier tipo de armas sin ningún análisis previo ni evaluación mental puede tener como consecuencia que se sigan segando muchas vidas inocentes en hechos disparatados como el que nos ha perturbado colectivamente durante esta semana.

@rodolfogodoyp

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