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Crecen las evidencias sobre los crímenes sexuales de las tropas rusas en Ucrania

La acumulación de pruebas sobre las violaciones y abusos en las zonas que ocuparon las fuerzas de Putin refuerza la hipótesis de una acción sistematizada que contaba con la aprobación de los comandantes.

Apenas semanas después de la invasión rusa, comenzaron a surgir acusaciones de violaciones y otros abusos sexuales en Ucrania. Ahora, 10 meses después de iniciada la guerra, a los investigadores les quedan pocas dudas sobre la escala y sistematización de estos aberrantes ataques, que incluyen vejaciones a niñas y ancianas, que constituirían crímenes de guerra y hasta “parte de un genocidio”.

La fiscalía ucraniana, con apoyo internacional, avanza ante una tarea dolorosa que parece interminable, pero que ya rinde resultados con miles de entrevistas y recojo de evidencias, especialmente conforme las tropas rusas se repliegan de territorios anteriormente ocupados.

Encontramos este problema de violencia sexual en todos los lugares que Rusia ocupó”, dijo Anna Sosonska, investigadora de la oficina del fiscal general. “En todos los lugares: Región de Kyiv, región de Chernihiv, región de Kharkiv, región de Donetsk y también aquí en la región de Kherson”, contó la subdirectora de la Unidad de Crímenes de Guerra contra la Violencia Sexual de Ucrania, en declaraciones al New York Times. Por ello, al descubrir violencia sexual relacionada al conflicto, la información está siendo incluida en el registro unificado de la fiscalía sobre los futuros juicios.

Una comisión internacional independiente que recorrió el país reportó a la ONU en octubre los casos de violencia sexual, que iban desde una niña de 4 años obligada a practicar sexo oral a un soldado hasta ataques a mayores de 80 años, así como numerosas violaciones en grupo y familiares obligados a presenciar el abuso de sus parientes.

Iryna Didenko, que dirige el departamento que investiga estos delitos, ya abrió 154 casos de violencia sexual vinculados al conflicto, pero resalta que la cifra real es “mucho, mucho mayor”. Según relevaron psicólogos en un pueblo que estuvo ocupado en la región de Kiev, una de cada nueve mujeres sufrió violencia sexual.

Ante tal magnitud, los investigadores están perfilando un patrón para los crímenes. “Ahora vemos que hay una línea de crímenes de guerra en el ejército ruso y entre los comandantes rusos”, dijo Sosonska al Times, apuntando a una sistematización aprobada por los jerarcas militares.

Si la culpa es de los oficiales rusos al mando, o de los subordinados que cumplen sus órdenes, es una de las muchas cuestiones espinosas que habrá que resolver en el futuro, según los investigadores locales.

La violación puede constituir un crimen de guerra en virtud de los Convenios de Ginebra, que establecen normas jurídicas internacionales para la conducta en los conflictos armados. La violencia sexual generalizada o sistemática podría equivaler a crímenes contra la humanidad, generalmente considerados más graves, señalaron especialistas jurídicos.

“No se trata de casos aislados”, aseguró Didenko, quien considera que hay un claro patrón de comportamiento cuando las tropas rusas tomaban una zona. “Las fuerzas terrestres llegan, y las violaciones comienzan al segundo o tercer día”, resumió al NYT. Según los testigos que entrevistaron, los propios comandantes ordenaban las violaciones, o en otros casos daban a entender que autorizaban a los soldados a “relajarse”.

En el caso de los centros de detención, los abusos parecen directamente estar organizados, bajo gestión de las tropas. En las salas de tortura que encontraron en la región de Kherson, reportaron numerosos abusos que incluyeron violaciones con porras y descargas eléctricas en los genitales.

En el caso de Olha, una ucraniana de 26 años, fue atada a una mesa, desnuda hasta la cintura. Su interrogador, tras insultarla, dejó entrar a siete hombres a la habitación. “Era para asustarla, no sabía lo que vendría después”, explicó Sosonska, quien recogió su testimonio.

Pero pocas mujeres se atreven a hablar y compartir sus terribles experiencias, que muchas veces quedan ocultas bajo capas de vergüenza, estigma y miedo, en una sociedad religiosa conservadora.

Además, muchas otras ya huyeron de la zona y es difícil encontrarlas. Otras personas tienen miedo de hablar por si las tropas rusas vuelven a ocupar la zona.

Julian Elderfield, una asesora jurídica que participó de una visita a Kherson, afirmó que no siempre se daba a la violencia sexual la importancia que debería tener en las investigaciones nacionales e internacionales. El estigma social y la vergüenza contribuyen a que no se denuncie, añadió. “Así que un equipo especializado puede ayudar realmente a sacar a la luz la información sobre estos delitos y las pruebas sobre los mismos, para que se les dé la prioridad que merecen”.

Ante la similitud de las pruebas y relatos en diversas ciudades, los fiscales están cada vez más convencidos de que puede culparse a los dirigentes rusos por estos abusos. Didenko no cree que tantos soldados puedan cometer las violaciones o torturar en los genitales sin una aprobación superior.

Para muchos ucranianos, Rusia pretende aplastar el espíritu de resistencia de Ucrania y destruir su sociedad.

Aunque recalca que necesita tiempo para demostrarlo, Didenko aseguró: “Es parte de un genocidio”.

(Con información de efe)