LATINOAMÉRICA

Indígenas y militares de Colombia se unen en la búsqueda de los niños desaparecidos en la selva

Siguen las labores de búsqueda de los menores indígenas huitotos perdidos en la selva después de que la avioneta en la que viajaban sufriera un accidente el pasado 1 de mayo. Cerca de cien miembros de distintas comunidades indígenas han llegado hasta el departamento del Guaviare para acompañar las operaciones de las Fuerzas Armadas colombianas, en una unión de conocimientos inédita. La denominada ‘Operación Esperanza’ busca un milagro: hallar con vida a los pequeños.

Indígenas y Fuerzas Militares caminando juntos la selva. Una unión poco frecuente con un propósito humanitario: encontrar a los cuatro niños indígenas huitoto desaparecidos desde el pasado 1 de mayo, cuando la avioneta en la que viajaban —una Cessna 206 HK-2803, precariamente reparada— se estrelló en la porosa jungla amazónica, en el sur de Colombia.

El vuelo, que cubría la ruta entre Araracuara y San José del Guaviare, nunca llegó a su destino. En el accidente murieron el piloto de la aeronave, la madre de los pequeños, Magdalena Mucutuy, y el líder de la comunidad, Hernando Murcia Morales, que acompañaba a la familia.

“Esta minga que estamos haciendo es muy importante porque se trata de la vida de nuestros niños. Se trata de la conversación con nuestra madre tierra”, expresó Giovani Yule, director de la Unidad de Restitución de Tierras, a France 24. Él es el encargado de coordinar a los miembros de varios pueblos indígenas: Sionas, Nasa, Misak, Nukak, Muruy, Huitotos… que han llegado desde los departamentos de Putumayo y Caquetá hasta la base actual de operaciones de búsqueda en Calamar, una pequeña localidad en el departamento del Guaviare.

Comparten la esperanza de darle noticias esperanzadoras al país. “Pidiéndole a la madre naturaleza, ella nos ayuda”, dijo a France 24 Jarvy Gómez, uno de los indígenas huitotos que hallaron la nave entre los árboles hace casi diez días. Su tío falleció en el accidente.

Más de 20 días desaparecidos en la selva

Ya han pasado 23 días y Lesly Mucutuy, de 13 años, Soleiny Mucutuy, de nueve, Tien Noriel Ranoque Mucutuy, de cuatro, y el bebé de tan solo 11 meses, Cristin Neryman Ranoque Mucutuy, podrían seguir deambulando por una selva virgen y peligrosa. Las condiciones climáticas, además, son riesgosas. 

“(La Madre Naturaleza) está esperando por nosotros porque nosotros tenemos conexión con ella; nosotros desde la tradición siempre le pedimos permiso”, aseguró Romario, un guardia indígena murui del resguardo de Liriri, en el Putumayo, a EFE. 

Los indígenas implicados en la búsqueda confían en sus conocimientos ancestrales del territorio para localizarlos: “Cuando entramos con la orientación de los mayores, de nuestros espíritus, no nos da miedo. Ellos nos reciben con alegría, nos reciben bien”, expresó Yule antes de subirse al helicóptero del Ejército colombiano y continuar con las tareas de rescate.

Los métodos son muchos: mensajes grabados por la abuela de los niños y emitidos en potentes altavoces, lanzamientos de bengalas y kits de supervivencia, aviones militares que rastrean con sensor de temperatura… Desde tierra y aire toda la atención se centra en hallar el paradero de los menores.

Según contaron las Fuerzas Militares, los niños continúan moviéndose por la jungla, alejándose del lugar del siniestro. “Seguimos con la fe intacta. No sé cuándo terminará esta operación”, declaró al medio local ‘El Colombiano’ el general Pedro Sánchez, al mando del operativo, que incluye a unos 150 militares de las Fuerzas Especiales.

“Buscarlos hasta encontrarlos” es el lema de la ‘Operación Esperanza’ en curso, como la denominó el Gobierno del mandatario izquierdista, Gustavo Petro. Pese a los mínimos avances, no quieren tirar la toalla y confían en la unión de conocimientos: las tácticas y recursos del Ejército —que trabajan con imágenes satelitales de detalle— y la sabiduría ancestral de los 85 indígenas que se unieron a la búsqueda el domingo para dar con los menores.

“Buscarlos hasta encontrarlos”

“Hemos logrado llegar a un proceso de articulación en las que las comunidades indígenas, sobre todo las que tienen la experiencia, que vienen de los pueblos selváticos y tienen también capacidad en búsqueda, van a trabajar de la mano de las instituciones y de la Fuerza Pública”, señaló Sánchez, quien también dijo a medios locales que su equipo se enfrenta a las duras condiciones de la selva. “La posibilidad de lesiones es alta”, señaló.

Hasta la zona también han viajado directora de la Unidad de Víctimas, Patricia Tobón Yagarí, y la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, Astrid Cácerres. “La ‘Operación Esperanza’ nos está dando luces y nosotros lo que estamos haciendo aquí es traer nuestra información. Nuestro deber es no desestimar ninguna información y vamos a seguir buscando”, apuntó Cáceres.

La institución que lidera Cáceres fue criticada después de que, a través de un tweet, el presidente Petro anunciara el hallazgo con vida de los menores. Una cadena de mensajes erróneos lo llevó a borrar el mensaje en la red social y a disculparse por la confusión generada. Toda Colombia busca el mediático milagro: encontrar a los cuatro niños vivos.

Hasta el momento, lo único que han encontrado los miembros de los equipos de rescate fueron un biberón, unas tijeras, fruta mordida, algunas huellas que serían de los menores y un pequeño refugio improvisado con ramas y hojas de los árboles. Esto hizo pensar a los rescatistas que los menores siguen con vida y que están asustados, por lo que seguirían caminando “desorientados” a través de la espesa selva, como apunta la principal hipótesis de las Fuerzas Armadas.

“Sentimos una gran impotencia”, declaró el general Sánchez

“Encontramos la avioneta, pero no a los cuatro menores, ¿dónde están?, ¿por qué no lloran?, ¿por qué no gritan en medio de la selva? Sentimos una gran impotencia”, dijo el general Sánchez, en una entrevista con la radio local ‘W Radio’.

Se cree que en la zona del accidente podrían vivir comunidades indígenas aisladas: “Es un territorio donde hay pueblos indígenas no contactados. Es la zona de conservación del Chiribiquete, que es una selva que sigue siendo una selva virgen”, señaló Tobón. Por ello, no descartan la posibilidad de que los menores estén bajo el resguardo de alguna de las comunidades indígenas que habitan ese territorio.

Sin embargo, el área donde se estrelló la nave también está cerca de posiciones controladas o con presencia de las disidencias de las FARC. Los militares encontraron el pasado sábado un antiguo campamento abandonado de la guerrilla, a menos de tres kilómetros de los restos del accidentado avión. “Mantenemos toda la alerta, pero con los mecanismos de inteligencia monitoreamos qué puede estar pasando”, dijo Sánchez, señalando que las posibilidades de que los guerrilleros tengan a los niños en su poder son “nulas”.

Pero no sería la primera vez que estos grupos reclutan a menores de comunidades indígenas. Esa misma zona del accidente aéreo fue bombardeada a finales del mandato del expresidente colombiano Iván Duque, en un intento de capturar al líder del Estado Mayor Central de las disidencias, alias Iván Mordisco, quien entonces fue dado por muerto. 

De hecho, el pasado lunes, el Ejecutivo de Petro suspendió la tregua con el principal comando de las disidencias de las FARC, después del asesinato de cuatro niños indígenas reclutados forzosamente por los guerrilleros. “Se informa que el cese bilateral que había actualmente con este grupo armado en los departamentos de Meta, Caquetá, Guaviare y Putumayo se suspende y se reactivan todas las operaciones ofensivas”, escribió el mandatario en un comunicado en Twitter.

Aislamiento, inseguridad y abandono de las comunidades amazónicas

Tras conocerse la noticia del accidente, la organización indígena OPIAC denunció las precarias condiciones de las pistas de aterrizaje, que obligan a realizar viajes inseguros cuando los indígenas quieren salir de sus comunidades en la selva hacia otras regiones del país. “El Estado colombiano es responsable de esta tragedia y todas similares”, expresaron en un comunicado, en el que advirtieron que este tipo de tragedias son una “negligencia absoluta” de los controles y procedimientos para la seguridad aérea en la zona.

Además, la avioneta siniestrada —construida en 1982— había sido reparada sin pasar los controles y no era la primera vez que sufría un accidente. “Es cierto que la avioneta se estrelló en la selva, pero no pasó nada”, dijo a ‘CNN’ Giselle López, propietaria de SAS de Avianline Charter, la empresa operadora.

Con medios locales y EFE