El fin de semana pasado mientras navegaba por las stories de Instagram, me topé con un hallazgo sorprendente y maravilloso en la cuenta de la periodista Valeria Agis. Se trata del verbo más hermoso del universo: Porteñar.
Una frase épica que resuena con visos de queja, límites, rebeldía: Vivir así no es normal. Es la denuncia que formula Eugenia Benzaquén desde su libro, recientemente publicado, que ha venido a compendiar los principios contenidos en su proyecto mueveteconladoc y que rigen el sistema MOVE, que ella ha desarrollado.
Hay días en donde su hogar llega a niveles de caos de un mercado de las pulgas en La India. Su lavaplatos está convertido en una escultura de arte abstracto. Nadie se explica cómo un vaso de vidrio puede mantenerse de pie, mientras dentro tiene un menjurje de agua con siete tenedores, seis cuchillos, tres cucharas y un palito de pinchos. O cómo una tacita de café sostiene sobre sí una olla mondonguera en remojo.
La astucia de Sherezade, mítica esposa del sultán Shahriyar, le ha valido pasar a la historia como referente del triunfo de la inteligencia sobre el poder. Como prueba de esta afirmación, baste recordar la obra de Rimsky-Korsakov que lleva su nombre, llevado a escena la primera vez por los Ballets Rusos de Diaghilev en 1910.
Me siento afortunado de ser comediante en una época donde al parecer, quienes hacemos reír estamos al mismo nivel de un rockstar. Gracias a la comedia he podido conocer a ídolos como Laureano Márquez, Andreu Buenafuente, Berto Romero, Raúl Cimas, y Roberto Moldavsky. Tipos que además de excelentes comediantes son personas geniales.
La semana pasada se conmemoraron 224 años de la llegada del joven Simón Bolívar a la Villa de Madrid. Había salido de La Guaira en enero de 1799 a bordo del San Ildefonso, uno de los más valiosos navíos de la Armada Española, que habría de efectuar la travesía escoltado por otras embarcaciones destinadas a protegerlo de los posibles ataques de bucaneros.