El manguito de hilacha, el manguito e’bocao
La lluvia y los mangos llegan de la mano una vez más, atendiendo puntualmente su cita anual que por siglos ha permanecido invariable. Los extensos sembradíos, los patios de las casas, las plazas públicas o las aceras de muchas calles de las grandes ciudades se inundan de los frutos que caen de los frondosos árboles y luego la lluvia se encarga de lavar todas las manchas amarillentas que quedan como recordatorio de la generosidad de la naturaleza.
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